Me levanto temprano, desayuno ligero posterior a una ducha exprés para iniciar un nuevo día de recorrer y descubrir senderos. Con mi mochila ligera salvo por el peso de una que otra fruta y un par de cervezas, ayudada de mis bastones de trekking con paso veloz sin querer perder minutos, me dirijo hacia el noreste con el fin de alcanzar nuevos destinos y amigos. Después de dos horas treinta minutos tras haber recorrido un sinfín de curvas que subían y bajaban como las olas del océano que danzan hasta el pedernal y contemplar cuevas, nalcas, helechos, vegetación espesa y abundante que adornan las bases y paredes de aquellos montes altos que me sosiegan y al mismo tiempo agitan mi interior queriendo expresar la admiración y gratitud que fluye natural desde mi lado más íntimo, concluyo mi viaje en el valle Villagra. Observo la planicie alrededor y busco el resguardo del sol sigilosa acomodándome a la sombra de un ciprés.
Minutos más tarde, es mi nuevo amigo Durs quien me invita a unirme a él en una de las mesas que adornan el lugar. La mañana avanza aprisa bajo un sol que hipnotiza sin dar treguas ni siquiera cuando te escudas con una helada cerveza. La comida es fina, no importando lo que sea, porque aquí hasta un trozo de pan tiene aspecto de caviar, en especial si lo saboreas intercambiando ideas con un nuevo amigo. Historias se cuentan en paralelo, cada una de mundos distintos, tan distintos uno del otro pero con sabor a nostalgia, dolor y esperanza en común. Ahora, creando un cuento propio. Aunque resulta inevitable no hablar sobre Alexander, el famoso marino escocés que recorrió estos parajes cientos de años atrás forzado por un destino agrio en su momento.
_¿Has sopesado cómo la vida entrega a cada uno lo que merece?_ Le pregunté a mi compañero, aludiendo al famoso Selkirk y su destierro en esta isla antes conocida como Más a Tierra.
_Selkirk, fue un pirata que seguramente mas allá de ese intento de sublevación con el capitán del galeón Cinque Ports arrastraba una lista de variados pecados. Por lo que no es de extrañar que en su justa medida llegó aquí a saldar varias deudas.
_Seguramente Durs, por lo mismo lo menciono. ¡La Ley del Péndulo! A simple vista el hombre pagó con su exilio los errores de su pasado. Más, por lo visto su lucha por la sobrevivencia fue premiado a posteriori y con esto me refiero al honor de dejar grabado su nombre en una isla que probablemente nunca vio.
_No olvides que, además, inspiró la gran obra de Defoe y finalmente este trozo de tierra lleva el nombre de fantasía de ese singular pirata escocés.
_Un pirata escocés que amaba navegar.
_Un pirata escocés que amaba pescar, caminar y descansar a la sombra del bello ciprés de Villagra. ¿Qué dices Sassenach, una siesta en las faldas de aquel árbol?_ Me miró al mismo tiempo que señalaba el ciprés a mis espaldas.

Tal vez el calor mezclado con el sabor amargo de la cerveza, sumado a la caminata de varios kilómetros, terminaron por doblegarme motivando mi descanso bajo la sombra del solitario árbol. Durs se alejó en busca de privacidad o quizá me la estaba dando a mí, en realidad me dejé llevar por la quietud del lugar y terminé contemplando las ramas del viejo ciprés al mismo tiempo que me encontraba apoyando mi cabeza sobre mi mochila cuando sin sentir sus pasos se presentó ante mi un hombre alto, flaco, piel curtida por el sol, cabellos largos y rojizos. Sus ojos de un azul intenso me miraron amistosamente invitándome a recibir un trozo de un extraño fruto rojo obscuro. Después de observar a mi alrededor en busca de mi amigo a quien no encuentro, acepto recelosa la comida. _Gracias_ Le digo. Él sólo hace un gesto con la cabeza, me sonríe algo tímido y poco a poco se retira, para sentarse unos metros frente a mi. Coge mi libreta que he dejado abierta sobre el pasto minutos antes. La observa hoja a hoja detenidamente con expresión incrédula en su rostro, asumo que no entiende nada de lo que ve y que seguramente le saben a garabatos, pero, para sorpresa mía coge mi lápiz. Entonces es cuando advierto que su vestimenta está maltrecha y bastante sucia, que muy cerca suyo a su derecha reposa un fusil que a mi me late del año uno. Lo miro nuevamente y veo que algo traza en una de las hojas. No distingo que es y para no intimidarlo quito mi vista sobre lo que está haciendo y vuelvo a recorrer el lugar en busca de la presencia de Durs. Ni señas de él. Lo cierto es que hago este ejercicio porque estoy consciente que me acompaña alguien en este paseo, la presencia del pelirrojo honestamente no me genera temor a pesar que su imagen algo raída y arcaica me desconciertan. El silencioso hombre a cerrado mi libreta dejándola nuevamente sobre el pasto donde la encontró y levantándose enérgicamente coge su fusil para retirarse. Hasta entonces no había reparado que el mutismo me doblega, con algo de recelo agarro mi libreta y rápidamente la abro para revisar sus trazos. Cuando encuentro lo que ha hecho me gana la perplejidad, las palabras se estancan en mi garganta al mismo tiempo que elevo mi mano derecha para llamarlo. Ya es tarde, él, va camino con rumbo norte, veloz. Yo, sigo en el suelo tumbada sin poder articular movimientos ni palabras.
_¡Sassenach! ¡Sassenach!_ Es Durs, mi nuevo amigo quien agazapado a mi lado me despierta. _Ya es hora de regresar_ Me dice. Al despabilarme e incorporarme sobre mi misma me detengo _Espera un momento_ Le digo. _¿Qué pasó con aquel tipo que cargaba el rifle, fusil o como se llame?, ehh…¡el de cabellos rojos!
_¿Quién? Te has dormido Sassenach y a los pies del ciprés. Vamos, es hora de partir, se te hará tarde si sigues disfrutando de los beneficios del ciprés.
Me incorporo sacudiendo mis vestidos, mirando a mi alrededor y en especial el sitio donde poco antes creí ver al pelirrojo. Sólo veo mi libreta, abierta, tal cual la había dejado antes de caer dormida. Me agaché algo torpe, cogí mis cosas que guardé sin formalidades dentro de mi mochila y dando un último vistazo al bello ciprés me alejé a pasos lentos tras Durs quien ya había iniciado la retirada.
_¿Te ha pescado firme la cerveza eh? Me dice a modo de broma mi camarada de viaje_. Yo, sólo lo miro algo adormecida aún sin mucha aprobación por lo que me parece una exageración.
_Es broma, lo cierto es que no muchos aventuran a dormirse bajo el ciprés de Villagra. No todos son valientes.
_¿Valientes, a qué te refieres exactamente?
_El ciprés habla Sassenach. No a todo mundo, pero cuenta historias a quienes más…digamos, son más sensible.
_¿Es broma verdad?
_No, ¿acaso no tuviste una experiencia?
_Pudo haber sido un sueño.
_Un sueño Sassenach, una visión, realidad, ficción. Da igual. Tuviste una experiencia y esa experiencia te la dio el ciprés.
No quise darle más vueltas al asunto, habíamos llegado al punto en que debía separarme de Durs para seguir mi propio camino de regreso a casa. El sol de la tarde aún calentaba fuerte y me quedaban largos kilómetros por recorrer. Una vez separado de mi acompañante, ajusté los tirantes de mi mochila, me colgué a los audífonos que en su extremo ligaban a mi smartphone para perderme en una de mis playlist de Spotify.
¡Una experiencia! Pensaba, al mismo tiempo que caminaba con destino a casa. Sueño, realidad o ficción. Durs en algo tenía razón, efectivamente había sido una experiencia. Días más tarde, conversando con isleños me enteraría que efectivamente corría el rumor que aquel ciprés cuenta historias a quienes buscan sombra a sus pies, historias de antiguos caminantes.